En el año 2000 (luego de haber superado el miedo que generó el Y2K) los grandes lideres del mundo se reunieron en la Sede de Tacones Unidas en Nueva York, con la finalidad de establecer una serie de objetivos a cumplir a nivel global, enfocados hacia la consecución de un nivel de vida mejor para los habitantes de la tierra. En esta reunión fue aprobada la DECLARACIÖN DEL MILENIO, un documento en el que los países del mundo se comprometen a : 1. Erradicar la pobreza y el hambre, 2. Garantizar Educación para todos los seres humanos, 3. Conseguir la Igualdad de Géneros, 4. Reducir la Mortalidad Infantil, 5. Mejorar la Salud de las Mujeres en Gestación, 6. Combatir el VIH, 7. Garantizar la Sostenibilidad del Medio Ambiente y 8. Fomentar una Asociación Mundial. El plazo para conseguirlo es el año 2015.
Cuando inicié mi vida laboral, hacía 4 años desde esta importante reunión y se escuchaba a los gobernantes hablar sobre las Metas del Milenio, como algo lejano que con trabajo constante iba a ser posible de lograr, por lo menos el Gobernador de ese entonces, luchaba (en serio) por tratar de acabar con la pobreza, su idea era aprovechar las bondades de nuestras tierras y fortalecer una agroindustria productiva, capaz de surtir al país de alimentos y materia prima, agregando valores a través de la construcción de un parque industrial que permitiría la utilización de la tecnología como aliada estratégica para el éxito. Yo cerraba los ojos y soñaba despierto con aquella realidad futura de la que discutían con tal convicción, pensaba que si ellos (altos funcionarios de los gobiernos locales y nacionales) tenían eso en la mente, estaba asegurada su materialización.
Así mismo, creía yo que los desayunos escolares, las capacitaciones a mujeres, el Internet, la cooperación internacional, las alianzas productivas, el plan de agua potable, la educación rural, la educación inclusiva y todas las otras actividades en las que me veo aun inmiscuido como observador – relator, eran pasos gigantes que nos hacían acercarnos más a esas Metas de Milenio tan bonitas pero Utópicas.
Hoy 2009, 5 años después, la pobreza en Córdoba sigue igual o peor no se. Y no lo dijo por las personas que se acercan a uno a pedirle plata y a contarles sus tristes historias, ni por los niños que se ven a diario en los semáforos haciendo piruetas con bolitas de ping pong, lo dijo porque me ha tocado participar en unos Foros sobre Derechos de los Niños, en los que los Secretarios de Planeación de los Municipios de Córdoba exponen una matriz que contiene porcentajes horribles (fríos pero horribles) sobre pobreza y otras condiciones que se alejan años luz de los ideales de aquellos lideres en Nueva York.
Córdoba es un territorio privilegiado, bañado por dos ríos que han convertido las tierras en las mas fértiles de Colombia, con unas extensiones geográficas que el mundo entero envidiaría (sobre todo China y Japón que no tienen casi tierra) no me cabe en la cabeza que Municipios como Ayapel, con una Cienaga maravillosa y gigantesca, presente una línea de pobreza e indigencia (por Dios) del 70 y pico %, es decir mas de la mitad de su población vive con menos de un dólar diario (así como en Nigeria), decía el Señor Secretario de Planeación de Ayapel con la frialdad normal de los números, que se presentaron durante el 2008 500 casos de desnutrición en niños menores de 5 años. Cómo puede pasar esto, si con dos metros de tierra que una familia tenga, pueden sembrar una mata de plátano y dos de berenjena y darles a sus hijos plátano con berenjena. Y la que sobre la venden y compran leche y una gallina para que de huevos. Con ese pedazo de Cienaga cómo puede haber desnutrición, si salir a pescar no requiere de mayores gastos. No sé si es que no sabemos todavía en Córdoba organizar este tipo de datos estadísticos o si es que realmente somos tan perezosos como nos creen los cachacos, que preferimos dejar morir de hambre nuestros hijos.
Y así como Ayapel, Tierralta, Valencia, Planeta Rica, Montelibano, Buenavista, todos presentan cifras que si uno las convierte en niños dan ganas de llorar. Y esto a pesar del níquel y de Urrá y del Comercio y de la Ganadería y los Búfalos que uno ve gordos en las carreteras del San Jorge.
¿Cuanto tiempo más va a durar esta edad media en Colombia?
¿Cuál es la revolución que necesitamos para ver las luces?
Creo que la Franja Amarilla que se le había perdido a William Ospina esta delante de nuestros ojos aquí en Córdoba, pero la sangre derramada por los toreros y banderilleros de las corralejas no nos permite verla.
Nuestra pobreza es mas compleja que la que definen los académicos en las Universidades, va mas allá de con cuantos dólares cuenta la gente para “el diario”, es una pobreza mental, que no sé de donde la aprendimos (del medio, de la relación del terrateniente con el jornalero que trabaja para que lo dejen vivir, del feudalismo moderno, de la violencia).
Tenemos 7 años para cambiar, para reconocer la importancia de la niñez, de la igualdad de género, de la educación, de la unión, del cuidado de nuestra raza y de nuestro medio ambiente. Tenemos 7 años para aportar nuestra responsabilidad a la construcción del futuro, para entender que no sólo las instituciones del estado son las responsables del desarrollo, sino que somos todos como miembros de la sociedad los llamados a involucrarnos con seriedad y compromiso, para aportar granos de arena que nos permitan acercarnos al cumplimiento de las metas y salir de esta edad negra en la que siempre hemos vivimos.
Cuando inicié mi vida laboral, hacía 4 años desde esta importante reunión y se escuchaba a los gobernantes hablar sobre las Metas del Milenio, como algo lejano que con trabajo constante iba a ser posible de lograr, por lo menos el Gobernador de ese entonces, luchaba (en serio) por tratar de acabar con la pobreza, su idea era aprovechar las bondades de nuestras tierras y fortalecer una agroindustria productiva, capaz de surtir al país de alimentos y materia prima, agregando valores a través de la construcción de un parque industrial que permitiría la utilización de la tecnología como aliada estratégica para el éxito. Yo cerraba los ojos y soñaba despierto con aquella realidad futura de la que discutían con tal convicción, pensaba que si ellos (altos funcionarios de los gobiernos locales y nacionales) tenían eso en la mente, estaba asegurada su materialización.
Así mismo, creía yo que los desayunos escolares, las capacitaciones a mujeres, el Internet, la cooperación internacional, las alianzas productivas, el plan de agua potable, la educación rural, la educación inclusiva y todas las otras actividades en las que me veo aun inmiscuido como observador – relator, eran pasos gigantes que nos hacían acercarnos más a esas Metas de Milenio tan bonitas pero Utópicas.
Hoy 2009, 5 años después, la pobreza en Córdoba sigue igual o peor no se. Y no lo dijo por las personas que se acercan a uno a pedirle plata y a contarles sus tristes historias, ni por los niños que se ven a diario en los semáforos haciendo piruetas con bolitas de ping pong, lo dijo porque me ha tocado participar en unos Foros sobre Derechos de los Niños, en los que los Secretarios de Planeación de los Municipios de Córdoba exponen una matriz que contiene porcentajes horribles (fríos pero horribles) sobre pobreza y otras condiciones que se alejan años luz de los ideales de aquellos lideres en Nueva York.
Córdoba es un territorio privilegiado, bañado por dos ríos que han convertido las tierras en las mas fértiles de Colombia, con unas extensiones geográficas que el mundo entero envidiaría (sobre todo China y Japón que no tienen casi tierra) no me cabe en la cabeza que Municipios como Ayapel, con una Cienaga maravillosa y gigantesca, presente una línea de pobreza e indigencia (por Dios) del 70 y pico %, es decir mas de la mitad de su población vive con menos de un dólar diario (así como en Nigeria), decía el Señor Secretario de Planeación de Ayapel con la frialdad normal de los números, que se presentaron durante el 2008 500 casos de desnutrición en niños menores de 5 años. Cómo puede pasar esto, si con dos metros de tierra que una familia tenga, pueden sembrar una mata de plátano y dos de berenjena y darles a sus hijos plátano con berenjena. Y la que sobre la venden y compran leche y una gallina para que de huevos. Con ese pedazo de Cienaga cómo puede haber desnutrición, si salir a pescar no requiere de mayores gastos. No sé si es que no sabemos todavía en Córdoba organizar este tipo de datos estadísticos o si es que realmente somos tan perezosos como nos creen los cachacos, que preferimos dejar morir de hambre nuestros hijos.
Y así como Ayapel, Tierralta, Valencia, Planeta Rica, Montelibano, Buenavista, todos presentan cifras que si uno las convierte en niños dan ganas de llorar. Y esto a pesar del níquel y de Urrá y del Comercio y de la Ganadería y los Búfalos que uno ve gordos en las carreteras del San Jorge.
¿Cuanto tiempo más va a durar esta edad media en Colombia?
¿Cuál es la revolución que necesitamos para ver las luces?
Creo que la Franja Amarilla que se le había perdido a William Ospina esta delante de nuestros ojos aquí en Córdoba, pero la sangre derramada por los toreros y banderilleros de las corralejas no nos permite verla.
Nuestra pobreza es mas compleja que la que definen los académicos en las Universidades, va mas allá de con cuantos dólares cuenta la gente para “el diario”, es una pobreza mental, que no sé de donde la aprendimos (del medio, de la relación del terrateniente con el jornalero que trabaja para que lo dejen vivir, del feudalismo moderno, de la violencia).
Tenemos 7 años para cambiar, para reconocer la importancia de la niñez, de la igualdad de género, de la educación, de la unión, del cuidado de nuestra raza y de nuestro medio ambiente. Tenemos 7 años para aportar nuestra responsabilidad a la construcción del futuro, para entender que no sólo las instituciones del estado son las responsables del desarrollo, sino que somos todos como miembros de la sociedad los llamados a involucrarnos con seriedad y compromiso, para aportar granos de arena que nos permitan acercarnos al cumplimiento de las metas y salir de esta edad negra en la que siempre hemos vivimos.