9.01.2014

¡Que el Cine que no sé qué!

Es inadmisible que en pleno siglo XXI en medio de una película la gente grite, rechifle los besos y haga escándalos como si estuviéramos en 1930 en el teatro Córdoba, cuando la gente no se podía sentar en el centro de la sala porque eran víctimas de bromas pesadas y blanco de las pepas de mango y bolas explosivas que los más dañados tiraban desde los puestos superiores. Eso era entendible en la Montería de 1930 porque se trataba de una sociedad rural que experimentaba la sala de cine como una novedad, eran personas acostumbradas a la diversión de la plaza de corraleja, el fandango y la carrera de caballo. 

Pero es un suplicio ir a cine en Montería en el año 2014. Yo no entiendo por qué la gente no sabe desarrollar un comportamiento adecuado en una sala de cine. Y se me hace algo increíble, sobretodo porque estamos hablando de un público joven que acude voluntariamente a las salas y que además paga, no sólo por la entrada , sino que invierte sumas de dinero considerables en baldes enormes de crispetas, perros calientes y otras chucherías.  Eso me hace pensar que son personas que pertenecen a un nivel social medio alto y por tanto asumo que son personas que van o ha asistido al colegio o la universidad y que además han tenido la oportunidad de disfrutar del séptimo arte, no sólo en esta ciudad, sino en otras a las que seguramente habrán ido de vacaciones.

Es increíble que una señora sin más reparos saque su teléfono celular y haga una foto con flash de la pantalla porque el paisaje le pareció “tannnn bonito”.  A lo mejor es una sólo una de las consecuencias de la vejez, que cada día me hace menos tolerante a la falta de respeto y de educación de algunas personas en algunos lugares públicos.

Es terriblemente molesto cuando los chicos de atrás, desarrollan una historia paralela a la de la película, comentan los irrelevantes chascarrillos de su día a día en voz alta y se ríen a carcajadas de las historias que únicamente a ellos interesa.

Y que decir de la chica de adelante que en pleno clímax de la historia que se refleja en la pantalla gigante abre su bolso y saca el celular para contestar los miles de mensajes de whatsapp que le llegan y rechinan en toda la sala porque no tiene la delicadeza de poner el puto aparato en silencio y además encandila con su luz al 100%.

Alguna vez vi una campaña de una cadena de cines en Estados Unidos (Alamo Drafthouse) que echaba a la calle como perros a clientes ruidosos y maleducados que usaban el celular en la sala de cine, también anunciaron las noticias que un señor fue asesinado en Letonia por hacer ruido durante El Cisne Negro en un cine de ese país.  Obviamente este ultimo suceso es realmente lamentable y un exceso terrible, pero créanme mis nulos y apreciados lectores, que siento el mismo deseo cuando voy a cine y la gente no para de demostrar su estupidez con tantas risas y comentarios durante la película, gracias a dios no tengo armas.

El caso es que sería útil para el desarrollo social, integral de nuestro pueblo, que alguna entidad o los mismos cines hicieran una campaña sencilla para explicarles a los que no lo saben aún, que una sala de cine es un lugar público que requiere un acuerdo de convivencia mínimo en el que un grupo de extraños se junta voluntariamente para disfrutar de una película que ha sido elaborada con un montón de esfuerzos y que merece la pena ser apreciada en silencio y con respeto, tanto por la obra como tal, como por los espectadores con los que se comparte la experiencia.

Ir a cine no es ir de rumba, si lo que están es faltos de plan pues ir a la discoteca y hacer la bulla que les salga de los cojones, pero no en el cine.