Es inadmisible que en pleno siglo XXI en medio de una
película la gente grite, rechifle los besos y haga escándalos como si
estuviéramos en 1930 en el teatro Córdoba, cuando la gente no se podía sentar
en el centro de la sala porque eran víctimas de bromas pesadas y blanco de las
pepas de mango y bolas explosivas que los más dañados tiraban desde los puestos
superiores. Eso era entendible en la Montería de 1930 porque se trataba de una
sociedad rural que experimentaba la sala de cine como una novedad, eran personas
acostumbradas a la diversión de la plaza de corraleja, el fandango y la carrera
de caballo.
Pero es un suplicio ir a cine en Montería en el año 2014. Yo
no entiendo por qué la gente no sabe desarrollar un comportamiento adecuado en
una sala de cine. Y se me hace algo increíble, sobretodo porque estamos
hablando de un público joven que acude voluntariamente a las salas y que además
paga, no sólo por la entrada , sino que invierte sumas de dinero considerables
en baldes enormes de crispetas, perros calientes y otras chucherías. Eso me hace pensar que son personas que
pertenecen a un nivel social medio alto y por tanto asumo que son personas que
van o ha asistido al colegio o la universidad y que además han tenido la
oportunidad de disfrutar del séptimo arte, no sólo en esta ciudad, sino en
otras a las que seguramente habrán ido de vacaciones.
Es increíble que una señora sin más reparos saque su
teléfono celular y haga una foto con flash de la pantalla porque el paisaje le
pareció “tannnn bonito”. A lo mejor es
una sólo una de las consecuencias de la vejez, que cada día me hace menos
tolerante a la falta de respeto y de educación de algunas personas en algunos
lugares públicos.
Es terriblemente molesto cuando los chicos de atrás, desarrollan
una historia paralela a la de la película, comentan los irrelevantes chascarrillos
de su día a día en voz alta y se ríen a carcajadas de las historias que únicamente
a ellos interesa.
Y que decir de la chica de adelante que en pleno clímax de
la historia que se refleja en la pantalla gigante abre su bolso y saca el
celular para contestar los miles de mensajes de whatsapp que le llegan y
rechinan en toda la sala porque no tiene la delicadeza de poner el puto aparato
en silencio y además encandila con su luz al 100%.
Alguna vez vi una campaña de una cadena de cines en Estados
Unidos (Alamo Drafthouse) que echaba a la calle como perros a clientes ruidosos
y maleducados que usaban el celular en la sala de cine, también anunciaron las
noticias que un señor fue asesinado en Letonia por hacer ruido durante El Cisne
Negro en un cine de ese país. Obviamente
este ultimo suceso es realmente lamentable y un exceso terrible, pero créanme
mis nulos y apreciados lectores, que siento el mismo deseo cuando voy a cine y
la gente no para de demostrar su estupidez con tantas risas y comentarios
durante la película, gracias a dios no tengo armas.
El caso es que sería útil para el desarrollo social,
integral de nuestro pueblo, que alguna entidad o los mismos cines hicieran una campaña
sencilla para explicarles a los que no lo saben aún, que una sala de cine es un
lugar público que requiere un acuerdo de convivencia mínimo en el que un grupo
de extraños se junta voluntariamente para disfrutar de una película que ha sido
elaborada con un montón de esfuerzos y que merece la pena ser apreciada en
silencio y con respeto, tanto por la obra como tal, como por los espectadores
con los que se comparte la experiencia.
Ir a cine no es ir de rumba, si lo que están es faltos de
plan pues ir a la discoteca y hacer la bulla que les salga de los cojones, pero
no en el cine.