Una vez yo tenía 16 años y un amigo llegó a mi casa con un CD con portada Roja y letras extrañas que supuestamente le había regalado un primo.
Era un chico con problemas de cleptomanía, se robaba cosas sin importancia siempre que tenía la oportunidad. Varias veces cuando yo iba a su casa me daba cuenta de que tenía en su habitación objetos, maricadas que se había llevado claramente de mi casa.
Por alguna extraña razón ese día llegó y me dijo: “… Un primo me regaló esté CD, pero ni idea de qué es y la música no me gustó, a ti seguro te gusta” y me lo dejó. Yo lo puse a sonar en una grabadora que había en ese entonces en mi casa, al principio fue como un poco raro en realidad, para ese entonces no existía el internet y es verdad que yo siempre había tenido, desde los 8 o 9 años la inquietud por escuchar música diferente a la de mi entorno. Sabrás que en Montería en los noventas y en toda la era pre internet solo se escuchaban vallenatos en las emisoras, yo odiaba aquel fenómeno, la música siempre había sido parte de mi vida porque mis padres siempre habían escuchado música de manera cotidiana en la radio y en las grabaciones de esos casetes que mi papá solía hacer con sus primos los músicos y por su puesto también en un tocadiscos que reproducía fielmente los vinilos de artistas de géneros como el bolero, la cumbia, el bambuco y por su puesto el vallenato que mi papá aún escucha, colecciona y guarda como su más grande tesoro.
Lo más diferente que habían filtrado mis oídos de niño de pueblo eran los especiales de “música americana” que hacían los fines de semana en “Malecón Estero” la única emisora algo alternativa que existía en Montería. Para mí esas guitarras melancólicas y esos sonidos profundos y aturdidores que salían de las bocinas de aquella grabadora eran nuevos, fascinantes e inquietantes.
Me zampé el cd entero la primera noche, 65:40 minutos, era Wish de The Cure. Desde ese día mi vida no fue la misma, yo necesitaba explorar más aquella música nueva, necesitaba escucharla, me hacía escapar de la realidad, me hacía reacomodar las tripas por dentro como decía Gabo, me puso el mundo en la mente como un rompecabezas que tocaba ir armando pieza por pieza, rompecabezas que 24 años después sigue estando incompleto, he ido recogiendo los pedazos y poniéndolos en su lugar, pero no he sido capaz de completarlo del todo.