Un total de 10 menores de edad fueron identificados (este sábado en una visita que hicimos con un pastor evangélico y la gestora social de Córdoba) en la avenida primera entre el puente de la 41 y Pueblo Pescao, todos viviendo en condiciones inhumanas, tirados debajo de los árboles a la orilla del río sinú, metiéndole a sus organismos la sustancia, que seguramente les ayuda a hacer sus vidas un poco mas llevaderas y a olvidar, como lo hace Sara, a su madrastra que le pegaba y a su papa que no hacia nada por defenderla.
Nadie al caminar por la recién remodelada Ronda del Sinú, se puede imaginar que unos metros mas adelante esta triste realidad se revuelca en su inmundicia, un grupo grande de personas, que según el Profe, un señor que los dirige y les brinda ayuda (no sabemos que clase de ayuda), antes de ser absorbidos por la drogadicción eran médicos, comerciantes, mecánicos y pilotos de avión. La mayoría de ellos, por su manera de hablar parecen venir de otras regiones del país y muchos otros parecen ser de aquí.
Después de haberlos visitado me doy cuenta que los había visto antes, unos en el semáforo de la 41, otros en la circunvalar. Anoche, mientras comía en Picola de la Primera, me sorprendí mucho al ver a una de ellas pegada en el vidrio pidiendo comida, parecía como si me reconociera porque me insistía a mí.
Fue una visita muy dolorosa, a pesar de que tengo interés en el tema, dude varias veces ir y enfrentarme a una realidad de la que nadie quiere saber nada y que seguramente por eso permanece allí escondida a la vista de todo el mundo.
Sara es una niña excepcional, amable, cariñosa y educada, aunque brava y busca pleitos, fue la que mas se nos acercó, habló con nosotros y nos cantó una canción de Dios que me hizo pensar en lo Hijueputa que es la vida.

